Un huésped puede amar tu arquitectura y tu restaurante, pero la experiencia que define su opinión final ocurre en la intimidad de su habitación. Es el momento más personal de su estancia. Las amenidades que toca, el aroma que respira, la textura de una crema... no son un gasto, son el último y más poderoso mensaje de tu marca. Son la diferencia entre un "estuvo bien" y un "fue inolvidable" que se traduce en una reseña de 5 estrellas y en la recomendación de un amigo.